Parece acertado afirmar que la raíz de todo dolor emocional no es otra que la de una pérdida más o menos encubierta. Por el contrario, en cuanto sentimos alegría, suele haber detrás un sentimiento de ganancia implícita.
Bien sabemos que la vida puede también ser leída como una carrera de adquisiciones y pérdidas de las que nadie se libera. Las primeras nos expanden y confortan; las segundas nos contraen y entristecen.
¿Acaso no es la pérdida el común denominador que se halla tras la enfermedad, la muerte, la traición, la desposesión, el rechazo, el fracaso y tantas otras vivencias humanas que contraen nuestro diafragma?
Al parecer, la inteligencia de vida nos ha diseñado con un potente “sistema de alarma” para que el agua de la vasija no se derrame por una grieta desconocida. Se trata de una “sirena de supervivencia” que funciona incluso cuando tal dolor lo padece el otro, generando en nosotros una resonancia que activa el sentimiento de compasión y empatía.
Alguien dijo que quienes creen que el río de la vida puede existir con una sola orilla, es decir, con la orilla del placer y la adquisición, e ignoran la otra – la del dolor por pérdida–, no entienden las leyes del cielo y la tierra.
Toda pérdida en la esfera de la salud, el dinero o el amor, con su correspondiente vivencia de desposesión de lo que considerábamos valioso, conlleva un nivel de duelo en función del grado de identificación que haya existido con lo que se va de nuestra vida.
El nivel de identificación con eso que hemos perdido causa un quebranto en la propia identidad egoica, por verse ésta disminuida. Aunque intelectualmente entendemos que la pérdida forma parte del juego de la vida, no estamos exentos del doloroso proceso de contracción que esta desencadena.
Tarifa | Normal 50€, Reducida 40€, Sesión gratuita (20 minutos) |
---|
Valoraciones
No hay valoraciones aún.