“Todos los adictos buscaban algo, pero dejaron la búsqueda muy pronto, conformándose con un sucedáneo. La búsqueda no debe acabar sino con el hallazgo”
Dathlefsen y Dahlke
La adicción es la punta del iceberg que asoma sobre la superficie del agua, un síntoma que deja oculta la mayor parte de su dimensión. Nos engañamos si pensamos que la adicción es el único problema; en realidad, es un síntoma que señala la existencia de algo más profundo. Puede ocultar un gran dolor o bien una sensación de incapacidad, quizás una historia sin sanar o incluso una búsqueda errática.
Quien está atrapado en una adicción, en realidad busca algo externo que alivie su malestar. Recurre a la conducta adictiva como vía de escape de una realidad que se le antoja intolerable, o tal vez porque cree en la promesa engañosa del instantáneo alivio que experimenta. En ambos casos, la persona cede su poder y pierde su libertad en el intento.
Si la persona adicta lo que pretendía era paliar su sufrimiento, se encuentra con que éste se despliega en proporciones aún mayores. Si lo anhelado era encontrar un resquicio de felicidad, se tropieza con un sucedáneo que pronto se transforma en la mayor de las desdichas. Si en un principio pudieron vivirse experiencias de éxtasis, enseguida éstas, como si se tratase de espejismos, desaparecieron engullidas por la desolación, como si pertenecieran al mundo de lo ilusorio.
La adicción nos hace esclavos
Cuando la adicción se apropia de una persona la hace su esclava, no dejando ningún territorio sin invadir. La salud y el nivel físico se ven pronto dañados, y la energía vital tiende a transitar por canales relacionados con el fortalecimiento de la conducta adictiva. La lucidez se empaña, tornándose una caricatura de sí misma. La inteligencia se somete a la única tarea de encontrar nuevas y mejores oportunidades de consolidar el reinado de la “impostora”; y difícilmente otro sentido o propósito vital mayor puede convivir con la adicción. Las relaciones más sublimes sucumben ante ella. Poco a poco, la adicción se convierte en la grotesca soberana de un reino desolado.
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